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Bolivia

Fuentes: La voz de galicia

HA SIDO el mejor regalo imaginable para este período de fiestas de fin de año. La victoria electoral de Evo Morales en Bolivia, el 18 de diciembre pasado, confirma el viraje a la izquierda del electorado latinoamericano, y las nuevas y legítimas ambiciones de los pueblos indígenas de los Andes. En una crónica precedente -del […]

HA SIDO el mejor regalo imaginable para este período de fiestas de fin de año. La victoria electoral de Evo Morales en Bolivia, el 18 de diciembre pasado, confirma el viraje a la izquierda del electorado latinoamericano, y las nuevas y legítimas ambiciones de los pueblos indígenas de los Andes.

En una crónica precedente -del 18 de febrero del 2004-, titulada Evo Morales, ya hablé de este dirigente de excepción, sindicalista campesino de origen aymará y líder del Movimiento al Socialismo (MAS), a quien conozco desde hace años. Lo importante no ha sido su victoria, pronosticada por todos los observadores, hasta los más hostiles, sino que haya sido por mayoría absoluta (54,1%) y en la primera vuelta. Esto nunca se había producido en la Bolivia democrática moderna.

Y ese tipo de victoria era lo que más necesitaba Evo Morales. Porque significa que su programa de gobierno cuenta con el apoyo de la mayoría de los ciudadanos. Y ello le confiere una incuestionable legitimidad política.

Se ha dicho de Bolivia que es «un mendigo sentado en un trono de oro», para subrayar la increíble diferencia entre la fabulosa riqueza del país y la miseria de la mayoría de sus habitantes. Enclavado en el corazón de América del Sur y desprovisto de acceso al océano Pacifico, a causa de una desdichada guerra contra Chile a finales del siglo XIX, este país posee unos de los subsuelos más ricos del mundo. En épocas sucesivas, el oro, la plata, el estaño procuraron a las élites criollas fortunas descomunales, mientras la población humilde y trabajadora -en su gran mayoría indígena- seguía viviendo en condiciones infrahumanas.

Esta situación de violenta injusticia social, en una atmósfera de racismo y de discriminación étnica, ha provocado frecuentes sublevaciones. Hasta una importante revolución en 1952. Y, en reacción, feroces y brutales represiones. Por algo es Bolivia el país que más golpes de Estado militares, siempre apoyados por Washington, ha padecido en el mundo. Por todo eso también fue elegido por Ernesto Che Guevara en 1967 para implantar una guerrilla libertadora.

Después de los ciclos de la plata y del estaño, hoy agotados, la nueva riqueza de Bolivia son los hidrocarburos, descubiertos en época reciente. Y la gran preocupación de los ciudadanos es que, una vez más, esta riqueza sólo se la repartan las élites ya ricas, en detrimento del conjunto de la población pobre.

Por eso en estos últimos años ha habido tantas y tan radicales movilizaciones populares. Que han conseguido derrocar a dos presidentes, Sánchez de Losada y Carlos Mesa. Y por eso el programa de Evo Morales, aprobado ahora por la ciudadanía, es tan preciso sobre esta cuestión: nacionalización de los hidrocarburos y denuncia de los contratos «ilegales y anticonstitucionales» firmados por precedentes gobiernos con empresas multinacionales extranjeras. Aunque, precisa el nuevo presidente: «Sin reexpropiación ni confiscación». El proyecto es utilizar el gas para favorecer por fin el despegue industrial del país, crear empleo y acabar con el subdesarrollo.

Los tres temas principales en la agenda del nuevo mandatario son: votar una nueva Constitución que dará mayor gobernabilidad al país, poner la riqueza de los hidrocarburos al servicio de la población (como lo está haciendo Venezuela) y replantearse la estructuración territorial para disuadir la tentación secesionista de la provincia de Santa-Cruz.

Y, claro está, pensar en protegerse de Washington, donde esta victoria ha sentado como un tiro.