Lamentable; sí, así resulta que el “partido de los abstencionistas”, con un 52 por ciento de ausencia a las urnas, haya campeado por su respeto, este domingo 14 de marzo, en la primera vuelta de las elecciones celebradas en las 26 regiones de Francia, cuatro de ellas ubicadas fuera de su territorio hexagonal.
La débil asistencia a las urnas fue reconfirmada en horas de la noche, según los anuncios oficiales, con un 47 por ciento de participación que ratificó los pronósticos de avezados observadores de la política gala, quienes habían pronosticado, con varias semanas de antelación, el escenario de un probable retroceso en el entusiasmo electoral con respecto a los comicios electorales de 2004.
· El desinterés y la desmotivación generalizada de las clases populares con la política económica puesta en práctica por el partido de la derecha en el poder que, en la coyuntura de una aguda crisis económica internacional, ha atizado las contradicciones sociales con el manifiesto interés de persistir en las reformas salvadoras del capitalismo y sus bancos.
· La falta de confianza de amplios sectores de la nación en un sistema que no les ofrece perspectivas de futuro en la creación de nuevos empleos, la construcción de viviendas accesibles a las personas con menores ingresos, la reducción de la violencia y los actos delictivos cada vez más frecuente en las grandes ciudades, el mejoramiento del trato a los inmigrantes, y en la incapacidad de poner freno a una estrategia dirigida a la disminución del servicio público en beneficio de la privatización, lo cual solo favorece a las clases más ricas de la sociedad.
· La crisis de la cultura política local y la disminución de la credibilidad de los partidos políticos tradicionales que conforman el bipartidismo actual centrado en la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y el Partido Socialista.
· Las maquinarias electorales del bipartidismo que monopolizan la vida política francesa exacerban, en última instancia, un déficit de democracia participativa y deliberativa de las masas populares, las cuales ya no esconden su falta de identificación con el sistema, pues se han dado cuenta que no constituyen verdaderos actores del juego de la política en la sociedad moderna.
Sin embargo, reconozco que la apatía que se ilustra no constituye en si misma un hecho positivo, por eso he dicho desde el comienzo de éstas líneas -sin pretensiones conclusivas-, que se trata de un fenómeno lamentable y que en rigor no beneficia al fantasma denominado “partido de los abstencionistas”, sino a la clase política del bipartidismo que pudieran encontrar en la abstención un factor clave para la perpetuación del status quo de un sistema basado en diferentes partidos y que en realidad es la democracia de solamente los representantes de una clase política minoritaria que se agrupa en dos partidos con amplia experiencia en la alternancia del poder, como ocurre, salvando las diferencias y distancias, en el sistema electoral de los Estados Unidos.
Visto así, queda clara la indecisión y cautela de muchos en Francia a la hora de salir de sus casas para depositar un voto en las urnas. El electorado galo, en particular los jóvenes y las clases populares, ha expresado su malestar hacia la UMP de Sarkozy, que ha resultado la fuerza política perdedora, pero también ha dudado, más que antes, en depositar su voto a favor del Partido Socialista. El Partido Socialista, aunque con ventaja en el resultado final de este escrutinio, ha dejado de ser para muchos una alternativa real a la derecha, porque asumió como propias las doctrinas neoliberales, renunció a la Revolución, como factor de progreso y cambio social, y ahora, como colofón, se encuentra atrapado en la grave crisis, tal vez definitiva, de las ideas políticas de la socialdemocracia.
Es evidente que las clases populares tampoco se sienten representadas en un Partido Socialista que, huérfano de ideas y sin un programa para sacar a Francia de la crisis económica, desde el 2004, en 20 de las 22 regiones, no ejerció una política novedosa y opuesta a la dictada desde el Eliseo.
Muy contradictorio es el escenario de la política francesa, pero aunque los socialistas obtuvieron ventajas, lo real es que el campeón de esta contienda fue el fantasmagórico “partido de la abstención”. Las elecciones regionales francesas no han concluido; esperemos al domingo 21 de marzo para las últimas palabras. Mientras, la abstención es lamentable y también para algunos un hecho preocupante.
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