Los cristianos, por citar un ejemplo, apelan al Génesis como la
explicación real o figurada del comienzo de las cosas. Y hasta sin ser
fanáticos, aceptan la expulsión del paraíso como la consecuencia lógica
del pecado de desobediencia.
Pero, ¿qué pensaba Adán? ¿Estarían
resignados él y Eva a que se los condenara de ese modo para toda la
eternidad? Jack London trae a cuento un verso insuperable, que refleja
de modo magistral su situación: El ser que arrojaste del Jardín del
Edén, ¡Era yo, señor! Allí estaba yo, desterrado. El grito herido de los
padres de la humanidad entera. Tal vez Dios fuera omnipotente, pero su
lógica reñía con la de los pobres mortales. Había otra manera de mirar
las cosas, quizás más justa y válida.
En términos de hoy podría
decirse que la verdad no es única. Se halla en dependencia de quién y
con qué difusión la afirme. Cuando se cuenta con el monopolio del poder
mediático, se refuerza el propio dicho a escala galáctica. Y se minimiza
y ridiculiza al opuesto. Voces cada vez más creíbles y respetables nos
confirman formales razones oficiales acerca de la urgencia de hablar.
Mientras eso sucede, se escucha una y otra vez que con nosotros no puede
conversarse porque todo el tiempo engañamos.
Cuando se reclama
sinceridad, es pésimo precedente comenzar de ese modo. Aquí podríamos
argüir algunas cosas. Tras los deplorables hechos del 26 de noviembre en
el Caquetá, nadie quiso revelar que Herwin Hoyos, de Caracol Radio,
tras embaucar a los familiares de los prisioneros con su caravana,
marchaba al área donde sabía se iba a realizar la operación, con el
propósito de recibir los rescatados, montar otra cruzada de
glorificación al Ejército y alardear del éxito de su campaña de Vamos
por ellos.
Todo lo cual demuestra el conocimiento que el
Establecimiento y el alto gobierno tenían acerca la liberación
unilateral prometida, y cómo pensaron sabotearla con un espectáculo
transmitido en directo por internet al mundo entero. Como era de
esperarse, la ruleta rusa fracasó y la derrota quedó huérfana de nuevo.
Había entonces que salir a condenar con acritud al natural chivo
expiatorio, la guerrilla de las FARC, al tiempo que jurar que nunca se
había preparado un rescate.
Persistir en la misma dirección nos
condena a testarudos por parte de las raposas de la verdad oficial. Por
encima de ellas, insistimos como 5 siglos atrás lo hacía Fray Antonio de
Montesinos ante los encomenderos de La Española, Ego vox clamantis in
deserto. Resulta apropiada la recordación del fraile dominico, para
referirse a la inminencia de la agresión que se cierne sobre la región
del Catatumbo y en general el Norte de Santander. ¿Con qué autoridad
habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus
tierras mansas y pacíficas?
El saliente comandante de la XXX
Brigada lo definió con claridad: El gobierno ratificó la voluntad de
incrementar la presencia militar en El Catatumbo por el ingreso de
nuevas empresas.
Hoy en día tenemos solicitudes de empresas para
trabajar en las áreas del carbón y del petróleo, así como el incremento
del cultivo de palma a 16.500 hectáreas La intención es permitir la
llegada de las empresas, continuar con el crecimiento de los cultivos de
palma y atacar de frente el narcotráfico.
Era su dicho meses
atrás. ¿Por qué ahora, cuando miles de soldados y decenas de naves
artilladas en plan de guerra se ubican en Cúcuta, Ocaña, Tibú y otras
localidades, listas para el ataque, se sale a decir que toda esa furia
tiene como propósito ubicar y dar de baja al jefe máximo de las FARC?
Cualquier oficial medio de inteligencia.
Cualquier persona con
sentido común, sabe lo que alguien puede hacer, sabiendo lo que se
avecina.
El gobierno y la cúpula militar saben bien lo que se
traen entre manos. Como muñecos de Collodi, le mienten al país. En acto
de impudencia, el Ejército Nacional se acerca a las comunidades
indígenas del Catatumbo simulando brigadas de ayuda, a sabiendas de que
lo que habrá de sobrevenirse será la persecución infame y el destierro
de los indígenas Barí, cuyos asentamientos se encuentran en la mira de
las grandes compañías transnacionales que vienen por el carbón, el
petróleo y los agrocarburantes.
Cincuenta años atrás esas mismas
comunidades poblaban extensas áreas del departamento. Y peleaban con
arcos y flechas por sus tierras. Hoy habitan refugiados en los riscos
más escarpados, de donde serán expulsados por la inhumana explotación
global capitalista. Que predará zonas de reserva y parques naturales en
bien de la ganancia de los accionistas. Igual suerte correrán las
comunidades campesinas de colonos y cultivadores. La sentencia de muerte
contra los pequeños mineros está dictada hace meses.
Es eso lo
que llegan a hacer las tropas, Santos. A garantizar aún más prosperidad a
los más prósperos. Y a hundir en inefable suerte a los más pobres.
Estos lo saben, lo gritan, lo lloran. Pero son voces cuyo eco se pierde
en la montaña, como las de los monos aulladores. Se trata de la misma
historia que ha ocurrido en este país por décadas. Por siglos. Una casta
enquistada en el poder ha puesto siempre por delante sus intereses y
los del amo extranjero antes que los de sus nacionales.
De estos y
similares asuntos, con participación activa de los afectados, nos
interesa tratar en una hipotética mesa de conversaciones. De cara al
país. Poner en cuestión las privatizaciones, la desregulación, la
libertad absoluta de comercio e inversión, la depredación ambiental, la
democracia de mercado, la doctrina militar. Retomar la Agenda que quedó
pendiendo en El Caguán. El gobierno del que usted hizo parte, se negó a
abordarla diez años atrás, condenándonos a todos a esta Troya sangrienta
que sin toma de Ilión se apresta a repetirse.
Nosotros, al igual
que la inmensa mayoría del pueblo colombiano, pertenecemos a la estirpe
mundial de mujeres y hombres a quienes un soberbio poder celestial
desterró del paraíso. Siempre nos negaremos a aceptar la imposición de
verdades absolutas. Nuestro destino es recuperar lo que nos pertenece.
Proclamamos nuestra verdad: este conflicto no tendrá solución mientras
no sean atendidas nuestras voces. Sin mentiras, Santos, sin mentiras.
(*) Timoleón Jimenez es Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP