Las
brutales medidas que, al dictado de los poderes financieros, está
tomando el PP contra todos los sectores de la población y el apoyo
tácito del PSOE, escenificado en una oposición inexistente, están
marcando en las encuestas el principio de un posible fin del
bipartidismo.
Ante
este panorama que en el futuro próximo conducirá a una mayor
polarización contra el gobierno y a una movilización social que puede
convertirse en explosión, se empiezan a oír voces que hablan de un
gobierno de unidad o de grandes acuerdos de consenso pactados entre lo
que la calle ha venido en llamar el PPSOE.
Que
estos dos grandes partidos, con sus muletillas periféricas de CIU y
PNV, mantienen una misma política en materia de Estado es evidente.
Bastan unos pocos ejemplos para comprobarlo: la postura común sobre la
OTAN, la reforma constitucional para sacralizar el pago del déficit, las
grandes privatizaciones del patrimonio público, las diversas reformas
laborales (dieciocho a día de hoy), la injusta ley electoral o el modelo
de Unión Europea surgido del Tratado de Maastrich que entrega nuestra
soberanía…
La
desafección ciudadana ante estos dos grandes partidos que han
monopolizado el poder político en los últimos treinta años es ya una
crisis de régimen que hace saltar las alarmas sobre todo en un PSOE que,
cuando se mira en el espejo griego, ve reflejado el mismo abismo por el
que se despeñó el PASOK.
Entre
los social-liberales aún se duda entre asumir un gabinete de
concentración nacional o limitar la colaboración a pactos puntuales de
amplio calado que traten, al menos, de salvar algo la cara para venderse
en el futuro como recambio, ese donde poco cambia. Son los eternos
trucos de prestidigitación para perpetuar la tranquila alternancia que
nunca cuestiona los grandes intereses a los que se deben los dos. Porque
sin aparentes diferencias, el juego bipartidista se esfuma.
En
lo que atañe a la izquierda real también hay que utilizar el espejo
griego, no tanto para imitar, sino para extraer conclusiones.
A
mi juicio, en ningún caso se puede optar por ser la muleta bajo la que
se apoye el PSOE para implementar la agresión de los poderes financieros
contra España y su ciudadanía. Si por algo ha crecido Syriza es por no
traspasar esas líneas rojas, lo que les otorga la credibilidad necesaria
para poder ser la esperanza de los que quieren, desde la soberanía
nacional y popular, cambiar el rumbo.
No
deberíamos descartar la formación de un frente político y ciudadano que
con pocos puntos comunes pero claros y absolutamente irrenunciables
como la creación de una banca pública, la paralización inmediata de los
planes de la llamada austeridad y sus recortes, la auditoría de la deuda
y la nacionalización de los sectores estratégicos, consigan aunar el
sentimiento de protesta ciudadana y su expresión en las urnas.