impecable y diamantina, ni podemos esperar de ella lo que el considerado poeta nacional escribiera:
Cuando nacemos, nos regalas notas, / después, un paraíso de compotas, / y luego te regalas toda entera / suave Patria, alacena y pajarera. En el México de hoy, la clase política, y, en particular, el grupo gobernante trasnacionalizado, hace décadas que vende al mejor postor corporativo el patrimonio de la nación, su territorio, sus recursos naturales y estratégicos; oferta su mano de obra como una de las más baratas del mundo, mientras el crimen organizado se apodera de
plazas,
derecho de piso, propiedades, tierras y trabajo esclavo, interpenetrando todas las instituciones del Estado y provocando el miedo en los ámbitos rurales y urbanos. En esta dramática existencia diaria de millones de mexicanos, el término de Patria ha quedado relegado como recurso manido y retórico de las efemérides oficialistas.
José Martí, para el caso de Cuba colonizada, expresó su acendrado
patriotismo en una poesía escrita cuando tenía 16 escasos años: El
amor madre, a la patria / no es el amor ridículo a la tierra / ni a las
yerbas que pisan nuestras plantas / es el odio invencible a quien la
oprime / es el rencor eterno a quien la ataca
. En esa misma línea argumentativa, el Apóstol, muerto en combate por la independencia, afirmó: La patria es dicha, dolor y cielo de todos y no feudo ni capellanía de nadie
.
Si a estas ideas –que se fundamentan en la lucha liberadora contra los
opresores externos e internos de una Patria que es de todos– unificamos
el principio martiano de Patria es humanidad
, tendremos los dos
componentes de un sentimiento patriótico sumamente avanzado y
premonitorio para un pensador nacido en el siglo XIX, que de ninguna
manera es un nacionalismo abstracto y encubridor de las contradicciones
sociales y coloniales, o un chovinismo nativista, y que Fidel Castro
articula, décadas más tarde, en el patriotismo revolucionario y popular,
que se complementa con el internacionalismo, siempre presente en la
revolución cubana.
Lenin, igualmente, relacionaba el orgullo nacional, el patriotismo,
con la lucha contra los opresores de clase: “No se puede ‘defender a la
patria’ de otro modo que, luchando por todos los medios revolucionarios
contra la monarquía, los terratenientes y los capitalistas de la propia
patria, es decir, contra los peores enemigos de nuestra patria”. Su
breve texto titulado El orgullo nacional de los rusos fue una
contribución fundamental para enlazar el patriotismo que no oculta ni
justifica las contradicciones clasistas, con la lucha por el socialismo y
la democracia. En 1916, cuando en la Primera Guerra Mundial se
enfrentaban trabajadores contra trabajadores, dirigidos por sus
respectivas burguesías en la disputa imperialista de colonias,
territorios y esferas de influencia, Lenin señaló: “La patria, la
nación, son categorías históricas. Si durante la guerra se trata de la
defensa de la democracia o de la lucha contra el yugo que oprime a una
nación, no estoy en absoluto contra semejante guerra, no temo las
palabras de ‘defensa de la patria’ cuando se refieren a ese tipo de
guerra o de sublevación”. Las perspectivas leninistas se hicieron
presentes en las luchas de los resistentes antifascistas décadas más
tarde. Pedro Fedoséiev señala: Que, en el curso de la Segunda Guerra
Mundial, los imperialistas alemanes ocuparon Checoslovaquia, Polonia,
Grecia, Yugoslavia, Bélgica, Francia, Noruega y otros países,
destruyeron la existencia de dichos países en cuanto estados
independientes o colocaron en el poder a sus sumisos agentes, como
Quisling o Pétain. El mismo destino habría amenazado a otros pueblos si
los esclavizadores germano-fascistas y japoneses hubieran salido
victoriosos de la contienda. La guerra de los pueblos contra la tiranía
fascista se convirtió, por consiguiente, en guerra de liberación
nacional, justa, por el restablecimiento de la libertad y de la
independencia de sus patrias
[ Dialéctica de la época contemporánea, la clase obrera y la patria].
Por ello, es necesario aclarar el significado de la frase de El Manifiesto Comunista: Los obreros no tienen patria
,
la cual es comúnmente repetida fuera de contexto y utilizada para
otorgar erróneamente al marxismo un carácter nihilista en la cuestión
nacional. Sostiene el texto: Los obreros no tienen patria. No se les
puede arrebatar lo que no poseen. Más, por cuanto, el proletariado debe
en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de
clase nacional, constituirse en nación, todavía es nacional, aunque de
ninguna manera en el sentido burgués
. En el propio Manifiesto se afirma: El proletariado de cada país debe naturalmente ante todo ajustar cuentas con su propia burguesía
,
y, de esta manera, constituirse en la fuerza rectora de la nación. Así,
el territorio de las luchas por la emancipación social tiene raíces en
lo nacional y una estrecha vinculación internacional, sobre todo en esta
época, dadas las formas de explotación y dominación trasnacionalizadas
de la actual mundialización capitalista.
El patriotismo que inspiró a Martí, y que continuó Fidel, sigue vigente en estos tiempos de ocupación integral y sistémica de nuestra abatida nación mexicana. Este patriotismo se nutre de la lucha irreconciliable contra toda forma de dominio nacional y social. El año 2017, que se nos viene encima con sus profundas y extendidas crisis en todos los ámbitos de la economía, lo social y la política, tendrá que ser de luchas y resistencias anticapitalistas, a las que hay que buscarles centralidad y convergencias nacionales. Los resultados de la consulta del Congreso Nacional Indígena y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, actualmente reunidos en Chiapas, que se darán a conocer el primero de enero, tendrán que ser tomados muy en cuenta por quienes se propongan establecer un rumbo realmente emancipador y libertario para nuestra vapuleada suave y siempre entrañable Patria.
Fuente original: http://www.jornada.unam.mx/2016/12/30/opinion/015a2pol