“No hay fuerza mayor en la historia, que una idea a la que le ha llegado su hora”.
Víctor Hugo.
Zoncera del Agua: la madre que las parió a todas
Arturo Jauretche enseñó que la zoncera madre Civilización y Barbarie
–aplicable a América latina–, ha engendrado a todas las demás: hijas,
nietas, bisnietas y tataranietas, integrantes de la vasta familia de la
colonización pedagógica y la dependencia cultural. En materia
energética, el equivalente a Civilización y Barbarie es la Zoncera del Agua.
A
los argentinos nos enseñaron que el descubrimiento de petróleo ocurrido
en Comodoro Rivadavia el 13 de diciembre de 1907, se debió
exclusivamente a un hecho azaroso, una simple coincidencia. La creencia
dictamina se buscaba agua y apareció petróleo; aquí, muy concisamente,
la zoncera del Agua. El desprestigio y la
tergiversación (politización) del hallazgo, por cierto nada casual, se
propuso cuatro grandes objetivos. Primero, desvirtuar el nacimiento de
nuestra vida petrolera, y al hacerlo, ocultar los protagonistas del
descubrimiento, sus ideas, acciones y el modelo de país que profesaban.
Segundo, atentar contra la gestión, planificación y control estatales
en materia energética, pilar fundamental de un Estado rector de la
economía e industrialista (verdadera ley que preside el desarrollo en
un país semicolonial). Tercero, inhibir el desenvolvimiento de una
conciencia nacional colectiva acerca de la importancia de tan
estratégicos recursos (incluyendo al gas natural). Cuarto y último,
eliminar el prestigio mediante el cual la ciencia en acción, y
produciendo excelentes resultados, provoca en las nuevas generaciones
el estímulo fundamental (vocación) por las profesiones de mayor
importancia para el desarrollo independiente de nuestra ciencia y
tecnología.
Resta
menos de un lustro para el bicentenario, y de no mediar en el muy corto
plazo un cambio en el modelo energético vigente, los argentinos del
siglo XXI estaremos como nuestros compatriotas de 1810: sin
electricidad, calefacción, gas natural, ni combustibles; en pocas
palabras, sin energía eléctrica. En realidad, habiendo transcurrido
casi doscientos años de adelantos científicos y tecnológicos, el balance nos ubica relativamente mucho peor. A la luz de dicha encrucijada energética, el análisis de los cuatro objetivos que subyacen detrás de la zoncera acuífera reviste crucial interés. Veamos por qué.
Si
bien la intervención estatal en materia mineralógica data del artículo
sexto del Plan de Operaciones de Mariano Moreno y Manuel Belgrano,
[1] la iniciativa petrolífera nació puntualmente en 1902,
[2]
bajo el segundo gobierno de Roca. A partir de ese año y bajo la
Comisión de Estudios de Napas de Agua, Yacimientos Carboníferos e
Investigaciones Geológicas, se planificó e investigó la geología y
mineralogía del subsuelo argentino con el expreso y documentado
propósito de encontrar petróleo, carbón mineral y agua. No obstante,
los acontecimientos generatrices que desembocaron en el descubrimiento
de 1907, se remontan a la unificación del Estado Nacional y la derrota
transitoria del mitrismo con la federalización de la provincia de
Buenos Aires, en 1880.
Unidad nacional y energía para la
Nación
“A este paso nos convertiremos en la granja de las grandes naciones manufactureras”.
Carlos Pellegrini, 1876.
Entonces se puso en marcha un país que –con altibajos y catapultado por las crisis cíclicas del capitalismo mundial–,
[3]
sentía como necesidad dominar los resortes básicos de la economía,
entre ellos el energético. Algunos años antes de la unificación
nacional, la sanción de la Ley de Aduanas de 1877 marcaría un hito en
la política proteccionista (industrial) argentina, la cual posibilitó,
como señala Adolfo Dorfman, el establecimiento de las primeras fábricas
modernas del país en las décadas de 1880 y 1890. El
triunfo de Avellaneda por los votos y por las armas (luego de aplastar
la intentona golpista de 1874, conducida por Bartolomé Mitre, director
del Diario “La Nación”, y José C. Paz, director de “La Prensa”), ponía
fin a la hegemonía porteña que ya duraba desde la caída de Juan Manuel
de Rosas, esto es, un cuarto de siglo. Por consiguiente, era totalmente
lógico para los vencedores y el modelo de país que encaraban, su
preocupación por hacerse de recursos energéticos propios, esto es,
transitar el camino de la soberanía energética.
[4] ¡La flamante unidad nacional así lo demandaba!
Pero, ¿quiénes pusieron término al cuarto de siglo mitrista? Los hombres de la generación del 80,
[5]
integrantes del movimiento industrialista de fines de siglo XIX: José y
Rafael Hernández, Carlos Pellegrini, Vicente Fidel López, Roque Sáenz
Peña, Estanislao S. Zeballos, Ezequiel Ramos Mejía, Dardo Rocha, Miguel
Cané, David Peña, Eduardo Wilde, Florentino Ameghino, Osvaldo Magnasco,
Juan Bialet Massé, Enrique Hermitte, entre otros. Las ideas
progresistas en relación a la intervención del Estado en la economía,
la tradición nacionalista democrática, el antimitrismo, el antiroquismo
(una vez que Julio A. Roca se funde con la oligarquía porteña,
traiciona a Pellegrini y a Magnasco) así como el apoyo a Hipólito
Yrigoyen, los embebía a todos.
[6]
El descubrimiento del petróleo y la intervención estatal como productor
a partir de 1910 bajo la Dirección General de Explotación de Petróleo
de Comodoro Rivadavia –predecesora de YPF–, fueron consecuencia directa
de las ideas y el accionar revolucionarios de estos hombres, coetáneos
de la transformación mundial del capitalismo en imperialismo.
El síndrome Jauretche-Kusch y la enfermedad recurrente del “mitrismo”
Ahora
bien, desde 1907 hasta 1989, la política fiscal hidrocarburífera
argentina ha sido precursora y modelo en el mundo entero. De la misma
manera ha demostrado superior eficiencia que la iniciativa privada en
prácticamente todas las épocas y en todos los niveles de los segmentos
petróleo y gas natural. Por ejemplo, el número de pozos perforados
entre 1907 y 1926 arroja la siguiente diferencia porcentual: 70 para
YPF y 30 para los privados. Pocos saben además que en 1916, cuando el
Estado ya había construido su primera destilería (1914), comprado el
primer buque tanque (1914), iniciado la venta de crudo en el mercado
interno (gracias a una producción de 43.795 m3) y comenzado
a autofinanciarse, la iniciativa privada recién descubriría su primer
pozo. Si nos remitimos a los pozos de petróleo y gas natural perforados
durante los últimos años de la YPF estatal, veremos que ésta descubrió
en 1985 y 1990 148 y 98, respectivamente; mientras que los descubiertos
por la gestión privada en 2000, 2003 y 2004 fueron 31, 17 y 21,
respectivamente.
[7]
Cabe destacar asimismo, que la depredación (y no explotación) de los
hidrocarburos realizada por las compañías privadas durante la década
menemista y el primer lustro del nuevo siglo se ha producido gracias a
la inversión y a los descubrimientos realizados por la “ineficiente”
YPF SE antes de ser privatizada. ¿Se habrán enterado los argentinos de
estos antecedentes?
De
igual forma los niveles de reservas señalaban en 1985 una
disponibilidad de gas natural de 35 años y 14 en el caso del petróleo.
Antes de la privatización (1989) disponíamos de 34 años para el primero
e igual cantidad para el segundo.
[8]
A fines de 2004, la Secretaría de Energía de la Nación indicaba un
horizonte de reservas de 10,2 años para el gas natural y 9,5 años para
el petróleo. Queda claro la diferencia en el modelo energético antes y
después de la privatización. Gracias a una eficiente y adecuada gestión
y planificación estatal el país lograba mantener las reservas de
petróleo estabilizadas desde 1975 (en alrededor de 380 millones de m3).
Esto por supuesto significaba que todos los años YPF descubría al menos
reservas por la producción que se consumía anualmente. Pero desde la
irrupción del oligopolio privado en el mercado de los hidrocarburos, la
Argentina vive una suerte de anarquía energética que la proyecta sin
pausa a un colapso energético a fines del presente decenio.
[9]
Todo ello sumado al agravante de convivir con una concentración del 90%
en la extracción petrolera y gasífera, repartido en tres empresas
extranjeras (Repsol-YPF, Total, Pan American Energy), una
latinoamericana (Petrobras) y dos nacionales (Techint y Sociedad
Comercial del Plata). ¿Sabrán los argentinos qué significa ser
energéticamente dependientes?
La
situación reinante es por cierto insostenible, más aún si se la
contrasta con los años de la YPF SE y de Gas del Estado. Actualmente,
el 90% de las necesidades energéticas del país se satisfacen con
petróleo (43%) y gas natural (46%). Somos hidrocarburo-dependientes en
el suministro de energía (mayoritariamente gasífera con un 55% en el
2004).
[10] En
cambio, entre 1950 y 1984 si bien el porcentaje del total del consumo
energético para el gas natural había aumentado del 4 al 30%,
[11] las reservas de gas
natural en 1980 (640 mil millones de metros cúbicos) como las de 1982 (700 mil millones de m3) superaban considerablemente –para menores niveles de consumo gasífero– las actuales y paupérrimas de 534 mil millones de m3.
[12] ¿Sabrán los argentinos de su atraso energético?
Frente a estas cifras, el gobernador de la provincia de Neuquén, Jorge Sobisch,
[13]
quien anhela retornar a los años deleitosos de las décadas infames de
1930, 1976 y 1990, ostenta a nivel país el 24% de las reservas totales
y el 30% de la producción de petróleo, y un 47% de las reservas totales
y el 55,4% de la producción de gas natural.
[14]
¿Apreciarán los argentinos la gravedad de este hecho, es decir, de un
neoliberalismo con ingentes recursos estratégicos en su poder?
La
campaña privatizadora iniciada ferozmente con los golpistas de 1976 y
el apoyo de los grandes medios de prensa, fue surtiendo un efecto
demoledor e hipnótico en la sociedad toda. Los argentinos no supimos
nada de nada y fue justamente por esa ignorancia que acompañamos la
orgía desnacionalizadota, porque nos hicieron zonzos desde el momento
del nacimiento (a no confundirse que zonzos no nacemos). La culpable
número uno, la zoncera
Civilización y Barbarie,
actuaría simultáneamente de partera, obstetra y madre de cuanta
criatura coronara a la vida. Cortaría el cordón umbilical para
intercambiarlo por el colonial. La historia que habría de mamar el
pequeño compatriota había sido politizada, falsificada. Se comenzó por
el mismísimo descubrimiento de 1907 (Zoncera del
Agua),
continuado con la desvirtuación de la brillante gestión y los logros de
YPF SE, censurado las campañas integracionistas sanmartinianas en
materia petrolera de Enrique Mosconi, disminuido la fe en el país y en
sus empresas y hasta destruido los prestigios políticos intelectuales y
morales de centenares de grandes hombres. En suma, no nacemos zonzos
pero padecemos desde el nacimiento del Síndrome
Jauretche-Kusch,
síndrome patológico que daña la corteza cerebral y que, parafraseando a
don Arturo, nos predispone a la dependencia y a la imposibilidad de
construir nuestra economía en razón de nuestras verdaderas
posibilidades que nos conducen a la liberación.
[15] Expresado en pocas palabras:
civilizar consistió en desnacionalizar (Jauretche) y como
la primera solución para los problemas [de América]
apunta siempre a remediar la suciedad e implantar la pulcritud
(Kusch), al desnacionalizar nos baldeábamos el alma e higienizábamos
nuestras ansias de no haber nacido anglosajones ni europeos.
En efecto, la Zoncera del Agua,
madre que las parió a las zonceras hidrocarburíferas hijas, fue el
instrumento privatizador primigenio. No sólo se ocultó la naturaleza
misma del hallazgo al catalogarlo como un hecho puramente azaroso, sino
que al obrar de esta manera se eliminó de un plumazo la significación
histórico-política de los hombres y los hechos que lo posibilitaron.
La Zoncera del Agua
oculta un modelo de país que nacía con la derrota momentánea del
mitrismo, país con ideas industrialistas (proteccionistas) que se
oponía a la división internacional del trabajo impuesta desde Londres y
Washington, iniciada con Bernardino Rivadavia y sostenida con su mejor
discípulo: Mitre. Oculta una generación de argentinos gestores del
nacionalismo democrático que tras años de paciente fermentación y
evolución conduciría al genio de Manuel Ugarte, al radicalismo popular
de Yrigoyen y a la justicia social e independencia económica de Juan
Domingo Perón.
Pero
la zoncera energética madre oculta asimismo un hecho estratégico, hecho
que provocaría tanto la dilución del yrigoyenismo como la imposibilidad
de profundizar el proceso revolucionario comprendido entre 1945 y 1955:
si bien en 1880 el separatismo porteño había sido vencido para siempre,
el modelo agropecuario exportador saldría ileso. Es decir, la
superestructura de dominación cultural, el esquema básico del país
importador y exportador predeterminado por el suelo prolífico, la
política imperialista y sus resortes estratégicos no lograrían ser
erradicados. Está claro que la Argentina del bicentenario sufre la
enfermedad recurrente del mitrismo, hoy devenida en neoliberalismo. Y
hasta tanto no se cure, la cuestión “nacional” interna y la externa
(latinoamericana) permanecerán irresueltas, imposibilitando una y otra
vez abandonemos el status de semicolonia.
Buenos Aires, Diciembre de 2005.
* Federico Bernal es Bioquímico
especializado en biotecnología y microbiología industrial por la
Universidad de Buenos Aires (UBA). Se desempeñó como Investigador
en el Instituto Nacional de Alimentos (INAL) y en el Instituto Nacional
de Tecnología Agropecuaria (INTA) entre 2000-2002, y en el Instituto Nacional de Medicamentos
(INAME) entre 2002-2003. Desde 2004 es Director
de Planeamiento y Gestión de la Sociedad Iberoamericana de Información
Científica (SIIC). Y desde 2005 es miembro partícipe del Área
de Recursos Energéticos y Planificación para el Desarrollo del
Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO) de la
Universidad del Salvador (USAL). Es autor del libro
"Petróleo, Estado y Soberanía", Editorial Biblos, Buenos Aires, 2005. Email:
[email protected]