La
isla de Zacate Grande, situada al sur de Honduras, posee un largo de
siete kilómetros y un ancho de diez y está rodeada por las aguas del
Golfo de Fonseca. En la isla hay 11 comunidades y varios caseríos, todos
pertenecientes al municipio de Amapala, ubicado en la majestuosa Isla
del Tigre. Cuentan los activistas de la
Asociación para el Desarrollo de la Península de Zacate Grande
(ADEPZA) que la mayoría de las personas que pobló la isla llegó en la
década de los 50. En 1969 el gobierno de aquel entonces decidió
construir una carretera que uniera la isla con tierra firme.
La
nueva condición de ‘península’ despertó los apetitos de las más
connotadas familias de Honduras, que buscaban lugares especiales donde
construir sus mansiones para vacaciones. El Club del Coyolito, como se
conoce a ese grupo de personas y familias que controlan los destinos
políticos y económicos de Honduras, fue poco a poco apoderándose de las
mejores tierras y playas de Zacate Grande, en detrimento de comunidades y
caseríos.
Las más de 800 familias de Zacate Grande no cuentan
con un título de dominio pleno sobre los inmuebles, sino que tienen una
posesión natural y efectiva de las tierras. Viven sobre todo de la
pesca, la agricultura, pequeños comercios y micro actividades
relacionadas con el turismo. Los nuevos terratenientes aseguran que sus
tierras fueron adquiridas legalmente y que nadie puede estar ocupando
sus propiedades.
Uno
de los personajes más emblemáticos de la zona fue el ya fallecido
empresario de palma africana Miguel Facussé Barjum, tristemente famoso
por el grave conflicto agrario de la región del Bajo Aguán, al noreste
de Honduras, donde decenas de campesinos y campesinas han perdido la
vida defendiendo el derecho de acceso a la tierra.
Facussé, al
igual que varios de sus ‘amigos’ del Club del Coyolito, siempre
argumentó que sus tierras las compró a la señora Carmen Malespín,
prácticamente la dueña de toda la isla. Ella la heredó de una familia
nicaragüense, la cual la recibió del señor Terencio Sierra, quien ocupó
la presidencia de la república a finales del siglo XIX. Lo único y
cierto en toda esta larga y enredada historia es que la isla estaba
totalmente desierta, que los primeros pobladores llegaron a inicio del
siglo XX y que, más de noventa años después, sus herederos siguen en
posesión de estas tierras y las defienden contra viento y marea.
Para
contrarrestar el avance del Club del Coyolito, a inicio del nuevo siglo
varias comunidades decidieron unirse y conformaron el Movimiento de
Recuperación y Titulación de Tierra de Zacate Grande, que luego se
estructuró en ADEPZA. En el 2010, en la comunidad de Puerto Grande, se
creó la radio La Voz de Zacate Grande. La respuesta de los
terratenientes no se hizo esperar y, con el apoyo incondicional de los
órganos de justicia y los cuerpos de seguridad del Estado, dieron inicio
a una escalada represiva.
La militarización del territorio trajo
consigo la criminalización de la lucha por la tierra, con desalojos,
detenciones, atentados y la judicialización de decenas de pobladores.
ADEPZA registra más de 70 personas criminalizadas cuyas vidas se ha
vuelta un infierno. Para tratar de frenar la ola represiva, en el 2012,
con el apoyo del
Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras
(COFADEH) y el Comitato Italia Centro America (CICA), se instaló a la
par de las instalaciones de la radio el Campamento Internacional de
Observación de Derechos Humanos. La presencia internacional contribuyó a
reducir un poco la intensidad de la represión.
Poder fácticoEl sacerdote jesuita Ismael Moreno Coto, mejor conocido como padre Melo, es director de
Radio Progreso. En un
reportaje sobre la situación en Zacate Grande
publicado por la revista Envío, Moreno cuenta que, en el año 2003,
Miguel Facussé logró despojar de sus tierras a la familia Cárcamo, para
entregar Playa Gaviota –una de las más bellas de la zona– a su hija
Elisa con motivo de su casamiento con Fredy Nasser, presidente del Grupo
Terra, un conglomerado de empresas con énfasis en el sector energético.
En
su relato, el sacerdote jesuita explica que la familia Nasser Facussé
había comprado un terreno colindante con la casa de los Cárcamo, y que
le habían propuesto comprarle el solar por unos 80.000 lempiras (4.500
dólares). Al negarse, la humilde familia había recibido severas
amenazas. Un testigo del desalojo de la familia Cárcamo narró al padre
Ismael Moreno lo que vio: «
Aquel ambiente apacible y casi celestial
fue interrumpido por el ruido del motor de un vehículo que pasó a unos
50 metros de la casa. Llegaron unos diez policías. Y mientras los que
estaban en la casa curioseaban por ver lo que pasaba, nada frecuente,
repentinamente por la parte de atrás de la casa llegaron otros veinte
policías. Sumándose a los diez primeros rodearon la casa inmediatamente y
con sus grandes fusiles apuntaron amenazantes a los hijos de Germán y
Narda Cárcamo. Les gritaban: ¡Váyanse de aquí, que esto no es de
ustedes! ¡Sálganse, sálganse! Ustedes han usurpado este terreno».
Pero
esto no fue todo. Cuenta el testigo que después de la lectura de la
sentencia de desalojo por parte del juez, un policía apagó el fogón,
agarró la olla con la comida de la familia Cárcamo y la tiró al piso.
Otros agarraban sus pertenencias y las lanzaban fuera. Hasta los sacos
donde guardaban el maíz cosechado unos meses atrás fueron abiertos y
tirados en el suelo. Después del desalojo, un juez confirmó que la
propiedad era de Facussé y los Cárcamos tuvieron que irse
definitivamente.
Las ZEDE ya están operandoUna
situación compleja la de Zacate Grande, que ahora podría hasta empeorar
con la instalación en el sur de Honduras de la primera Zona de Empleo y
Desarrollo Económico (ZEDE), popularmente conocida como ciudad modelo
(charter city) [1].
“Sobre la ZEDE hay mucha confusión. La gente
cree que se trata de un solo mega proyecto, de una obra gigantesca que
va a entrar de un solo golpe a los territorios. Algo que se puede
identificar claramente, pero no es así. La ZEDE ya comenzó a operar y
tenemos los primeros impactos sobre los territorios, los bienes comunes y
las poblaciones”, dijo Alan Torres, coordinador de la ADEPZA, a Alba
Sud.
Es el caso del proyecto de energía solar fotovoltaica
Los Prados,
ubicado en el municipio de Namasigüe, Choluteca, que consiste en la
instalación de cinco plantas solares sobre una superficie de casi 90
hectáreas con una capacidad instalada de 53 MW, de parte de las empresas
de capital noruego
Scatec Solar y
Norfund.
Contra la instalación de los paneles solares se han movilizado sectores
de las comunidades de la zona. Han instalado campamentos de resistencia
para impedir el acceso de las maquinarias al lugar del proyecto. El
resultado ha sido que 17 pobladores fueron acusados de coacción a los
empleados de la empresa y esperan el juicio.
En el municipio de El Triunfo, la empresa minera Los Lirios, subsidiaria de la estadounidense
Electrum Group LLC,
pretende explotar más de 1.800 hectáreas de tierra para la extracción
de oro, bronce y plata, afectando a unas 20 comunidades de la zona
costera, asegura el Movimiento Ambientalista Social del Sur por la Vida
(MASS-Vida). Todo esto es parte de un nuevo modelo que promueve la
creación de parques mineros industriales (zonas de libre comercio), como
el que ya está operando en el municipio El Corpus, Choluteca, donde la
empresa minera
Cobra Oro de Honduras, subsidiaria de la canadiense
Glen Eagle Resources Inc, adquirió 15.000 metros cuadrados de terreno.
A
mediados de noviembre de 2018, pobladores de los municipios sureños de
Choluteca y Valle manifestaron masivamente su rechazo a los proyectos
extractivos, bloqueando la carretera Panamericana. La actividad fue
coordinada por MASS-Vida y la iglesia católica. Entre otras demandas,
exigieron la cancelación inmediata de las concesiones mineras en El
Tránsito, El Triunfo, El Corpus y del proyecto fotovoltaico en
Namasigüe. “No podemos quedarnos callados ante la realidad social del
pueblo, hay gente que aparece hablando a favor de la minería, pero no
trae nada bueno al pueblo, pero sí al dueño de la mina”, declaró el
sacerdote Jaime Velásquez, de la parroquia San José de Nacaome, a medios
nacionales.
Turismo: una oportunidad“Lo
mismo que pasa con los proyectos de energía fotovoltaica y la minería
ocurre con el turismo. Buena parte de la costa (de Zacate Grande) y sus
playas ya no son accesibles. Los terratenientes han construido grandes
muros perpendiculares al mar que se prolongan hasta dentro del agua y
que impiden la libre movilización por las playas. Hay guardias armadas
que te amenazan. La gente siente temor y ni se acerca”, explicó Alan
Torres.
Las familias de Zacate Grande viven principalmente de la
agricultura y la pesca. Cuando hay temporadas malas, el turismo es una
alternativa y una oportunidad para generar ingresos. Sin embargo, la
voracidad de los terratenientes parece no tener límites. “Las mujeres
son las que encabezan la resistencia y son las más criminalizadas.
El caso más reciente es el de Playa Blanca donde hay tres mujeres acusadas en los tribunales”, recordó el también locutor de radio La Voz de Zacate Grande.
Alan
Torres vive en la comunidad de La Flor que colinda con una de las
propiedades de los Facussé. Los pobladores buscan mantener un bajo
perfil. No les conviene entrar en conflicto con gente armada. “Se han
apoderado de la isla Tigritos y de la playa La Llorona. Todo alrededor
han construido un muro de cemento y piedras y ya nadie puede acercarse.
También hicieron un relleno para unir Tigritos a la tierra firme y
construir otra casa de verano. Pese a las dificultados no nos hemos dado
por vencidos y logramos rescatar dos playas: el Sordo y el Mudo.
Organizamos grupos de trabajo para limpiarlas, reactivamos un pozo e
instalamos una bomba. También acondicionamos el lugar para que se
desarrollaran unas ramadas. El acceso es libre y ya llegan turistas y
organizaciones a realizar reuniones y talleres”, dijo Torres.
Pero
no fue fácil. Los grupos de pobladores encargados de rescatar las dos
playas fueron emboscados más de una vez por grupos de policías,
militares y guardias privados. Desconocidos quebraron la bomba del pozo y
quemaron las ramadas. “Es odio lo que nos tienen. Les molesta que
estemos empoderándonos del territorio y que les saquemos provecho con el
turismo y la presencia de organizaciones amigas que nos visitan. El
turismo debería ser un recurso importante para comunidades tan
empobrecidas como las nuestras. Desafortunadamente, tanto el capital
nacional como el transnacional lo ven como una oportunidad más para
seguir enriqueciéndose a costa de nuestra pobreza. Dicen que van a
generar desarrollo, pero va a ser para los millonarios, no para
nosotros”.
El joven coordinador de la ADEPZA aseguró que
obviamente no se oponen al desarrollo –uno de los temas que usan
políticos y empresarios para descalificar la lucha en defensa de la
tierra y los bienes comunes– siempre y cuando sea incluyente y
respetuoso del medio ambiente y los pueblos. “Aprobar leyes que
autorizan la expropiación de tierra y el desalojo de familias y
comunidades para realizar proyectos extractivos, energéticos,
turísticos, no es desarrollo. Queremos un desarrollo integral que
involucre a las comunidades, a su gente. Queremos que se nos consulte y
que se nos escuche. Queremos que acaben con la criminalización de la
lucha y la judicialización de compañeros y compañeras. No queremos más
muertos. No queremos que, en nombre del desarrollo, vengan a destruir y a
reprimir”, concluyó Torres.
Notas:[1] Territorios con
condiciones especiales otorgadas a inversionistas extranjeros para
implementar actividades económicas, que estarán sometidos a reglas
diferentes del resto del país y gozarán de total autonomía en cuanto a
política fiscal, aduanera, laboral, judicial y de seguridad.
Este
artículo se publica en el marco del proyecto «El Objectius de
Desenvolupament Sostenible i el turisme: estratègia d’educació per al
desenvolupament», ejecutado por Alba Sud con el apoyo de la Agència
Catalana de Cooperació al Desenvolupament (ACCD) (convocatoria 2017).Fuente:
Alba Sud
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.