¿Qué aprenderá Evo Morales de los gobiernos
izquierdistas de Argentina, Brasil y Venezuela?
El 21 de enero, en una colina cerca de La Paz,
una ceremonia tradicional significó un importante
viraje de la política boliviana y un hito para la
Nueva Izquierda en crecimiento en Latinoamérica.
En Tiwanaku, un sitio de ruinas pre-incaicas, de
gran significación para las poblaciones indígenas
del país, un Evo Morales descalzo, vestido con
una túnica roja, recibió un bastón de oro y plata
de manos de los líderes del pueblo aymara. Fue la
primera vez en 500 años que esta transferencia
ritual de liderazgo se celebraba en Bolivia, y
sucedió un día antes de que Morales, ex
presidente del sindicato de cultivadores de coca
y líder del partido Movimiento al Socialismo
(MAS), prestara juramento oficial del cargo de
presidente de su país.
En diciembre Morales, cuya campaña electoral se
basó en la defensa de los derechos indígenas y
denunciaba el neoliberalismo económico, ganó de
manera aplastante en las urnas. Superó a rivales
que incluían a Jorge Quiroga, un favorito de
Washington que fue presidente de Bolivia de 2001
a 2002 cuando completó el período del antiguo
dictador Hugo Bánzer. Con un sorprendente 54% del
voto en unas elecciones multirraciales, Morales
no solo obtuvo el margen necesario para evitar
una segunda vuelta, sino que alcanzó la mayor
autorización que haya obtenido un presidente en
la historia de Bolivia.
Sin embargo, puede que la tarea más difícil de
Morales apenas haya comenzado. Asciende al poder
como el primer presidente indígena en un país
donde las dos terceras partes de la población se
identifican con los aymaras, quechuas u otro
grupo indígena. La misma fracción del país vive
en la pobreza, y la división entre ricos y pobres
es muy similar a la división racial. Morales ha
anunciado planes para nacionalizar las reservas
de gas del país, reescribir la constitución en
una asamblea popular, redistribuir tierra a
agricultores pobres y cambiar las reglas de la
lucha contra las drogas que dirige EEUU en
Bolivia. Si él ayuda a hacer avanzar el cambio
radical que su movimiento social exige, se
enfrentará a la presión de los inversionistas
corporativos y de la Casa Blanca. Si se decide
por un camino más moderado, los movimientos
sociales han prometido organizar el mismo tipo de
huelgas y protestas que han derrocado a dos
presidentes anteriores durante los últimos dos
años.
Aunque Morales se enfrenta a estas pruebas en los
meses venideros, lo hará en el contexto de una
América del Sur que se ha desplazado cada vez más
a la izquierda. Su administración se une a
gobiernos de centro izquierda en Venezuela,
Brasil, Argentina, Uruguay y Chile. Estos países
ofrecen distintas sugerencias de lo que los
gobiernos progresistas pueden lograr, y de qué
manera pudieran responder los movimientos
sociales y las élites financieras.
El momento boliviano
Morales comienza su presidencia después de varios
años de conmociones sociales en Bolivia,
alimentadas por un rechazo a la globalización
corporativa que incrementó la pobreza y exacerbó
la desigualdad en el país. En abril de 2000 los
residentes de Cochabamba, la tercera ciudad de
Bolivia, organizaron grandes protestas callejeras
y barricadas contra la privatización del agua
exigida por el Banco Mundial y que benefició a la
Corporación Bechtel. En febrero de 2003 treinta y
cuatro bolivianos murieron durante protestas
contra un aumento de los impuestos aprobado a
petición del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Y, en parte en lo que llegó a conocerse como la
"guerra del gas" de Bolivia, más de 60 personas
murieron en las protestas en octubre de 2003
contra la ampliación de las privatizaciones del
gas natural del país y de un plan para exportarlo
hasta Chile.
En ese tiempo la mayoría indígena de Bolivia se
refería al presidente en el poder, el
multimillonario Gonzalo Sánchez de Lozada, como
"el gringo", porque se crió en Estados Unidos y
habla español con acento. Como presidente Sánchez
de Lozada, líder de uno de los partidos
derechistas de Bolivia -el Movimiento
Nacionalista Revolucionario- defendió siempre la
liberalización del comercio y el ajuste
estructural recomendado por el FMI.
Después de la muerte de los manifestantes por el
asunto del gas, los activistas comenzaron a pedir
la renuncia de Sánchez de Lozada. Finalmente fue
derrocado el 19 de octubre de 2003. El
Vicepresidente Carlos Mesa ocupó su lugar, como
estipula la constitución del país. Bajo Mesa se
celebró en julio de 2004 un referendo acerca de
los recursos de gas boliviano. La medida no
incluía la opción de la nacionalización de las
reservas de gas natural del país. En marzo de
2005, en medio de manifestaciones masivas
adicionales, Mesa abandonó el cargo tras
argumentar que era incapaz de gobernar un país
tan tumultuoso. Por esa época, el MAS de Morales
tenía la esperanza de que Mesa se mantuviera
hasta las elecciones de 2007, de manera de poder
construir una base de apoyo más fuerte con vistas
a un futuro gobierno.
Entre los candidatos presidenciales que
participaron en las elecciones de diciembre de
2005, Morales tiene los más amplios vínculos con
los movimientos sociales del país por haber
convertido al sindicato de cultivadores de coca
en uno de los movimientos sociales más
prominentes del país y haber liderado el MAS.
Pero a pesar de su historial como organizador,
Morales desempeñó un papel limitado en los
levantamientos populares de los últimos años. Por
ejemplo, en el momento más álgido de la guerra
del gas en 2003, cuando las movilizaciones
tomaron las calles para exigir la nacionalización
de las reservas de gas del país, Morales se
encontraba en Ginebra realizando reuniones de
política parlamentaria. Las acciones de Morales
estuvieron dirigidas a generar amplio apoyo entre
sectores diversos de la sociedad, incluyendo la
clase media y aquellos que no apoyaban totalmente
la táctica de los grupos de protesta. Esta
estrategia, combinada con el direccionamiento del
impulso de los movimientos sociales hacia el
plano electoral, contribuyó a su victoria el
(pasado) 18 de diciembre.
Por su parte, los movimientos sociales apoyaron a
Morales como la mejor opción de la contienda
electoral. Sin embargo, el compromiso de esos
movimientos con el estado sigue siendo limitado.
Muchos líderes aseguran que están dispuestos a
eliminar a otro gobierno si este entorpece el
camino de la reorganización social centrada en la
sociedad civil participatoria. Como explicó
Oscar Olivera, un importante líder de la revuelta
contra la privatización del agua de Cochabamba en
2000, en una reciente entrevista con el
politólogo uruguayo Raúl Zibechi: "Estamos
creando un movimiento, un frente socio-político
no partidista que se enfrentará a las necesidades
más vitales del pueblo por medio de un cambio
profundo en las relaciones de poder, las
relaciones sociales y la administración del agua,
la electricidad y la basura".
"El (54%) no es un cheque en blanco, sino un
préstamo", dijo la analista política Helena
Argirakis a Los Tiempos, el periódico diario de
Cochabamba. Su colega Fernando García agregó: "El
apoyo de los movimientos sociales a Morales
siempre será condicional".
Al mismo tiempo Morales enfrenta una grave
presión exterior si antagoniza a los acreedores
extranjeros. Los conservadores en Estados Unidos
se han horrorizado con el triunfo de Morales, a
quien calumnian constantemente llamándolo
narco-terrorista debido a su apoyo a los
cultivadores de coca. (Aunque la coca puede
usarse para producir cocaína, las hojas naturales
de la planta se utilizan para hacer una infusión,
tiene importancia tradicional para el pueblo
indígena del país, y es casi imposible abusar de
ella en su estado natural.) Bolivia debe grandes
sumas a las instituciones financieras
internacionales, incluyendo el Banco Mundial y el
Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Esto da
a EEUU un veto eficaz sobre futuros préstamos al
país y, por lo tanto, la capacidad de hundir la
débil economía boliviana en una profunda crisis.
Las facciones derechistas locales, centradas en
la rica provincia de Santa Cruz -el corazón de la
industria energética de Bolivia- están amenazando
con una secesión si se nacionaliza la extracción
de recursos. Estos conservadores están listos
para aliarse con EEUU y el BID en contra de
Morales si sucede un enfrentamiento internacional.
(La segunda parte de esta serie de Engler y Dangl
explorara lo que ha logrado la nueva izquierda en
Latinoamérica.)
-- Mark Engler, escritor residente en la Ciudad
de Nueva York y analista de Foreign Policy In
Focus, puede ser contactado por medio del sitio
web
http://www.democracyuprising.com. Benjamin
Dangl es el editor de UpsideDownWorld.org y autor
del libro El precio del fuego: guerras de
recursos y movimientos sociales en Bolivia y más
allá, de próxima aparición. Kate Griffiths brindó
ayuda en la investigación para este artículo.
Traducido por Progreso Semanal