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El performance no es un género que encaje dentro de la hegemonía de las “bellas artes”

Arte contra-hegemónico

Fuentes: Rebelión

Moscú, 21 de febrero de 2012. Cinco integrantes del colectivo punk, Pussy Riots, irrumpen en el altar mayor de la Catedral del Cristo Salvador y, con ayuda de megáfonos, entonan una irreverente canción en contra de la reelección del jefe de Gobierno Vladímir Putin. La letra de la canción dice: «Madre de Dios, virgen, ¡líbranos […]

Moscú, 21 de febrero de 2012. Cinco integrantes del colectivo punk, Pussy Riots, irrumpen en el altar mayor de la Catedral del Cristo Salvador y, con ayuda de megáfonos, entonan una irreverente canción en contra de la reelección del jefe de Gobierno Vladímir Putin. La letra de la canción dice: «Madre de Dios, virgen, ¡líbranos de Putin! Los homosexuales se envían encadenados a Siberia. El líder del KGB es vuestra más alta Santidad. Encierra en prisión a los manifestantes. Para no disgustar a los santos las mujeres deben parir y amar. ¡Basura de Dios, basura, basura! Madre de Dios, virgen, ¡hazte feminista hazte feminista, hazte feminista. La virgen María está con nosotros en las protestas! Madre de Dios, virgen, ¡líbranos de Putin!».

Días después de realizado esta demostración, tres de las Pusy Riots son arrestadas, procesadas judicialmente y condenadas a dos años de prisión bajo el cargo de «vandalismo e incitación al odio religioso». Tras 18 meses de prisión, la presión nacional e internacional obliga al gobierno ruso a concederles amnistía como señal de buena voluntad antes del inicio de los juegos olímpicos de invierno de 2014.

España, 6 de febrero de 2014. Cientos de mujeres españolas de la organización «Mujeres Imperfectas» hacen fila desde las primeras horas de la mañana ante las oficinas del Registro de Bienes Muebles de las comunidades de Madrid, Bilbao, Barcelona, Sevilla, Pamplona y Pontevedra. Su objetivo es registrar la titularidad de la propiedad sobre sus cuerpos. Explican que lo hacen como un mensaje de auto afirmación de su autonomía personal frente a los intentos del gobierno del Partido Popular de revertir los avances en los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, en particular, su derecho a elegir libremente su maternidad. Luego de superado el estupor y la resistencia inicial de los funcionarios de estas oficinas ante tan extraña solicitud, estos se ven forzados a entregar los formularios y a darles el curso legal correspondiente. Una de las mujeres escribe en la casilla de descripción de la propiedad del bien a inscribir: «Mi cuerpo es grande y maravilloso. Funciona a la perfección, me encanta como huele. Tiene dos piernas, dos brazos, un útero, dos ovarios […]». Ninguna acción legal se ha emprendido en contra de «Mujeres Imperfectas», solamente se les considera una especie de feministas excéntricas, que han llevado la lucha por la autonomía del cuerpo más allá de los limites de los políticamente correcto.

El Salvador, 9 de marzo de 2014. Víctor Hugo Rodríguez Orellana, un joven artista, se dirige a un centro de votación en la ciudad de Santa Tecla. Realiza todo el ritual de la votación establecido en las sociedades capitalistas modernas, es decir, se busca en el padrón electoral para ubicar su urna de votación, luego se coloca mansamente en la fila de votantes a la espera de su turno, entrega su DUI vigente, recibe la papeleta y un marcador… Pero, para sorpresa del público presente, en lugar de depositar el voto en la urna (como lo obliga el protocolo electoral) realiza un acto inédito y estremecedor: se come la papeleta y los residuos los coloca en la urna, simbólicamente transformada por el acto de este artista, en una simple papelera en donde van a parar papeles sin valor. Luego de esta demostración declaró: «me lo comí en protesta por los recursos gastados en la votación que pudieron haber servido para alimentar a la gente que pasa hambre en el país». La Fiscalía General de la República ha solicitado que se le procese judicialmente por el delito de fraude electoral. El juez que ha conocido este caso, le ha decretado libertad condicional, pero enfrenta la posibilidad de ser condenado a una pena de entre tres y seis años de prisión.

Pese a sus diferencias en objetivos y recursos, sin duda los tres casos anteriores pueden ubicarse dentro del amplio y diverso movimiento artístico al que se le conoce como PERFORMANCE. Este término está tomado de la expresión del idioma inglés «performance art», que se traduce como arte en vivo. Las referencias sobre el performance en las obras académicas lo definen como una especie de «arte marginal» que consiste en una muestra escénica, muchas veces con un importante factor de improvisación, en la que la provocación o el asombro, así como uso del cuerpo humano desempeñan el papel principal.

Sin embargo, más que arte marginal, se trata de un arte contra – hegemónico. Un arte que busca romper con los moldes estéticos y académicos impuestos por la cultura capitalista y patriarcal, y que se enfoca en provocar en las personas «comunes y corrientes», un choque a la conciencia, que les lleve a cuestionar lo que en este tipo de sociedades, se da por sentado como «sentido común».

Es un arte que lucha por convertirse en el antídoto contra el arte hegemónico. Probablemente esta sea la razón por la cual provoca reacciones tan encontradas entre la academia y la intelectualidad, acerca de sí debe ser considerado o no un arte, o bien sí debe ser simplemente catalogado como una forma creativa (o excéntrica) de protesta social.

En efecto, desde Moscú hasta El Salvador, la mayoría de académicos e intelectuales orgánicos se niegan a reconocer el valor artístico de las expresiones culturales del performance. Por ejemplo, en el caso de Víctor Hugo Rodríguez, un periodista y columnista, reconocido intelectual orgánico del partido ARENA, le reclamaba recientemente a este joven artista en los términos siguientes: «Esto que la hartada de la papeleta sea una obra de arte tiene que ser una paja (mentira) que se inventan los demás artistas desocupados que andan jodiendo en Facebook. Para mí, cometiste un simple acto de protesta ciudadana. Si te meten al bote (cárcel), no es por artista, sino por ciudadano, haciendo uso del derecho de protestar, de expresarte libremente. Esto de la libertad incluye perfectamente locuras como la tuya. No tenés por qué declararte artista para comerte una pinche papeleta.»(Paolo Luers, El Diario de Hoy, 19.03.2014). Con expresiones más o menos similares se han manifestado diversos sectores de la intelectualidad salvadoreña frente a este performance, desde posturas de derecha como desde posturas de izquierda.

Efectivamente, el arte del performance no es un género que encaje dentro de la hegemonía de las «bellas artes», y a lo mejor se debería comenzar a pensar en este tipo de arte como en un género de las «feas artes». Se trata de arte contra – hegemónico, de un arte desde la resistencia y desde la disidencia, de un arte desde la inconformidad y desde la excentricidad. Arte para tocar conciencias y para desencadenar deseos de romper con el sentido común, para atreverse a caminar en sentido contrario o nadar contra la corriente, para construir una nueva sociedad y una nueva cultura.

Los performanceros y las performanceras no nos están pidiendo ni comprensión, ni tolerancia a su arte, menos aún desean que entablemos un debate sobre el valor estético, político, epistemológico de sus expresiones artísticas. Solo quieren usar sus cuerpos y su arte para sorprendernos, para hacernos pensar sobre la realidad y de paso, para hacer que nos desternillemos de la risa. Por todo eso, gracias a Víctor Hugo Rodríguez y a sus colegas artistas.

Julia Evelyn Martínez es profesora de la escuela de economía de la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» (UCA) de El Salvador.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.